sábado, agosto 14, 2010

Un pez



Con la piel escamada de las lagrimas caídas, que no vertidas, escamas frías, húmedas e insensibles y del revés, como un Cuélebre.

Un pequeño pez escurridizo, en un mar de tiburones, con la aleta dorsal quebrada, que nada, buscando mar abierto y escapar del acuario donde él mismo se retiene, ¿donde huir, cuando ya no hay islas por descubrir?

Cuando realice el viaje que deje atrás las tribulaciones de una vida, lograre cerrar los ojos y pensar que todo paso, que nunca paso nada, como bien me enseñaron, se caerá esa dorsal quebrada y nacerá de mi lomo corvado, las alas que me llevaran lejos, no sé donde me llevara ese vuelo que anhelo; Creo que primero volare a Macondo y allí, creo que también yo entenderé, por fin, que al lugar donde fui feliz, no debo tratar volver.

Dejare allí a mi homúnculo, como una semilla de mi mismo y yo continuare mi viaje, él cuidara de mí memoria y me defenderá de esas mentiras, que han ganado juicios tan sumarios, que envilecen el cristal del acuario de un pez de ciudad y éstas, quedaran en el olvido.

¿Pero, donde huir después, cuando no queden islas para naufragar?

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